Nostalgias andaluzas. Día de la Lectura en Andalucía

Con motivo del Día de la Lectura, los alumnos de 2º ESO-A  hemos querido rendir homenaje a los autores que sufrieron el desarraigo recuperando versos, fragmentos, cartas y evocaciones que dedicaron a Andalucía como paisaje de la memoria. Hemos leído y disfrutado con estos textos que desvelan cómo el recuerdo y la literatura sirvieron para luchar contra el destierro y el desarraigo.

Hay una Andalucía construida con la materia del recuerdo. Un Sur evocado a través de la memoria, recreado con el dolor agridulce de la nostalgia. Es el territorio soñado y rescatado por los escritores andaluces que sufrieron el exilio tras la Guerra Civil. 

Este año que se cumplen los ochenta años de ese amargo episodio de nuestra historia, se ha querido recuperar ese paisaje de la melancolía que los autores andaluces convirtieron en su verdadera patria. Porque hay una Andalucía que aparece como una evocación constante, una obsesión en los poemas, libros de memorias y epistolarios de los desterrados. Una Andalucía que fue la salvación, el único refugio que seguía intacto, el recuerdo que redimía de la amenaza del olvido.

Muchos fueron los escritores andaluces que vivieron la larga agonía del exilio: Luis Cernuda, María Zambrano, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Emilio Prados, Juan Rejano, Manuel Andújar, Juan Ramón Jiménez, José Moreno Villa o Francisco Ayala. Algunos pudieron regresar, otros reposan en las lejanas tumbas del destierro como Antonio Machado en ese templo de la memoria que es el cementerio de Colliure. Otros muchos aún esperan el necesario rescate tras demasiadas décadas de olvido: Antonio Aparicio, María Enciso, Matilde Cantos o Esteban Salazar Chapela.

“El exiliado está siempre en el aire, sin poder asentarse aquí ni allá. Siempre en vilo, sin tocar tierra. El desterrado, al perder su tierra, se queda aterrado (en su sentido originario: sin tierra). El desterrado no tiene tierra (raíz o centro). Cortadas sus raíces, no puede arraigarse aquí; prendido del pasado, arrastrado por el futuro, no vive el presente. De ahí su idealización de lo perdido, la nostalgia que envuelve todo en una nueva luz: las calles sucias resplandecen, la fruta pequeña se agranda, las flores huelen mejor, las voces duras se suavizan y hasta las piedras pierden sus aristas”.

Adolfo Sánchez Vázquez, poeta y filósofo exiliado